domingo, 3 de agosto de 2008

IV. Tornados

Los vientos sueltos, arrebatados de mar son casi un augurio hospitalario. Me siento hija del huracán. De las horas muertas pegada al teléfono, narrando los pormenores de esas ráfagas mojadas que le abren a patadas una ventana al tiempo que ya casi no se deja rasguñar por nada. Sólo el desastre natural ensancha el día, lo coloca entre paréntesis y lo cuestiona. No me asustan los huracanes, ni los aguaceros que azotan de vez en cuando a Atlanta. Es cuando más me gusta esta ciudad, cuando se viste de isla.

Aquí no hay huracanes, pero los aguaceros y el viento sacuden las ramas de todos los árboles, que son muchos, muchísimos en Atlanta. Hace un par de días el cielo azul se llenó de manchas grises, oscuras y espesas. El aire se puso pesado, y las hojas estaban tan quietas que me asusté. Algo pasaba. Los pájaros cambiaron el ritmo de sus melodías, las nubes grises dejaron de ser nubes y se convirtieron en una gran mancha de ollín. A lo lejos se podía divisar una línea, una marca de luz quebrando la estratosfera. Era un tornado. Llegaba así, sin previo aviso, sin pedir permiso. De ese modo tan definitivo, tan locuaz y tan sagrado que caracteriza a la naturaleza. Encendí la televisión y fue peor. Vi el rostro descompuesto de Ana María y supe que el tornado sería mucho más fácil de digerir que ese miedo aupado en su frente. No sé por qué ya no tuve miedo, aunque las noticias eran alarmantes.

Todo pasó en 15 minutos. No ocurrió gran cosa cerca de mi casa, sólo un par de ramas en el suelo, una roomate asustada y un gatito que no quería salir de la lasena. El problema es que ahora estamos bajo alerta. El miedo se prolonga. Los tornados nunca habían pasado por aquí. Atlanta era inmune, pero la naturaleza se desquita. Lo más terrible no es el tornado en sí, sino la alarma que indica que esa pelota de vientos trenzados se avecina. Es como un canto desgarrado, mitad ambulancia, mitad pájaro. A veces el sumbido del viento se confunde con el sumbido de la alarma.

El miedo también encuentra sus sonidos.

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