domingo, 14 de septiembre de 2008

(1)

Me desgarras y me siento té. Ligero para pasar el sabor.
Urdido hasta que ataque las papilas y logre que la sangre

se libere.



De repente
siento que has mordido
otra vez ese punto de vértigo.
Descanso.

La presión se clava en la nube henchida, a punto está
de estallar.

Y allí, justo allí, en medio de la acera,
llora,
cuando habíamos decidido continuar.

Con rabia.

De esas que a pesar de morderme los labios no se atenúan,

De esas que no son contigo,
sino conmigo,
de esas que rayan
y ponen barreras.

por: Ana María

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