Me desgarras y me siento té. Ligero para pasar el sabor.
Urdido hasta que ataque las papilas y logre que la sangre
se libere.
De repente
siento que has mordido
otra vez ese punto de vértigo.
Descanso.
La presión se clava en la nube henchida, a punto está
de estallar.
Y allí, justo allí, en medio de la acera,
llora,
cuando habíamos decidido continuar.
Con rabia.
De esas que a pesar de morderme los labios no se atenúan,
De esas que no son contigo,
sino conmigo,
de esas que rayan
y ponen barreras.
por: Ana María
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