sábado, 24 de octubre de 2009

Paracaídas

La otra noche de mis pies salían piedras. Y cada paso dolía. La ventana me buscaba, y yo pensé que las formas se me caían todas, mientras los ojos me miraban, espantados, desde arriba. La otra noche el cielo se apeó de su cresta, y bajaron dos, tres estrellas. Y soñaba con balcones delante de mi puerta, balcones que hacían fila. Balcones vacíos con ganas de visita. La otra noche lo veía perdido en una foto sin sonrisas, y sentía más la brisa.

La otra noche vi pasar tu rostro por delante de mi casa. No. La casa no está en donde nosotros la dejamos. Ahora la casa se me sale de las manos, se me pierde sin querer a cada rato. A veces sólo queda un puñado de cenizas, como dormido, pactando con mi ira.

La otra noche. Mis pies llenos de piedras. Cada paso me dolía como duelen, a veces, las ideas. La otra noche tuve una idea. O una visión. O una premonición de esas incumplidas. La otra noche. Yo creo que hace algún tiempo el cuerpo se me desvencija como una puerta vieja. Las cosas se me rompen. De las manos salen sólo ruinas. Platos hechos añicos, flores muertas, grietas. El alma anda decaída.

Anoche un pájaro me dijo que tú ya no venías. La lluvia se perdía entre sus plumas. Que tú no venías. Yo estaba. Yo existía, pero sólo en el reverso de los días. Como una sombra a punto de borrarse. Como una nube a punto de mojarse. Detrás de los balcones te veía pasar sin mirar hacia mi puerta. Como si pasaras en un universo paralelo en donde tú eras una muralla de hierro y yo era una niña tratando de escalarte. Entonces desperté, más hundida que de costumbre. Con más huecos, más insomnios, más chorreras en el cuerpo por donde ellos, todos, quieren deslizarse. Me supe mínima, y a la espera de un milagro. Cayendo. Conjugando los espacios, los años, los besos, las hojas que caían en mis manos, y temí de pronto que llegaras. Porque te espero. A pesar de la noche y de la ventana. A pesar de todos los balcones en donde no me asomo por temor a que me veas.

Porque anoche de mis pies salían piedras. Y cada pisada me dolía. No me muevo. He decidido prepararme para la caída.