I.
Bordeo, regodeo, delimito, traqueteo
un rato más la magulladura del espacio que fue tuyo.
Imagino,
y creo
adivino tu futuro más cercano.
Entonces,
te olvido.
II.
Anunciada ya tu lejanía
me vierto y cuento cada una de mis gotas,
dejándome espesar únicamente
por el roce de esa mano que se asoma,
nueva y trasnochada,
sumada a una extraña búsqueda
de sonidos baldíos
que se juntan para decir mi nombre:
“Margarita” ¿me llamas?
III.
Te devienes violento (pero mascando la risa)
y revuelves el tiempo sobre mi rodilla.
Me dejas, encajada
(sí, encajada)
en un nuevo augurio.
IV.
Vuelvo al tiempo.
Entonces, y sólo entonces,
hablo.