domingo, 25 de mayo de 2008

Maquetas de sol


Escenas de verano, Atlanta.

I. Sin mar

Son las nueve de la noche. El cielo retiene los colores de esas horas muertas colgadas desde el alba. Azul claro, casi violeta en la superficie del cielo y un poco de naranja empecinado en morder la noche. Es verano. Caminar por estas calles es como atravesar un mar que se muere de sed. La ropa se ciñe tanto a la piel que a veces, creo, ando desnuda. Piel sobre piel. Aire sobre piel. Sudor, bocas, dedos. La humedad palpita en cada árbol, en la brea que respira, en la frente de Eric, y en mi mano que va coleccionando cada una de sus gotas.

Me acoplo a este tiempo muerto. Al sonido del agua cuando se rompe porque algún cuerpo en llamas ha caído sbre él. Huele a sábanas limpias, secadas al sol. Huele a viento.

Demasiado verano para una ciudad sin mar. Demasiado cielo. Tanto que ya no cabe allá afuera y se me mete en la casa.

Creo que estoy a punto de narrar esta ciudad de la que nunca hablo, por vivirla tanto. Un verano en Atlanta.

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