jueves, 31 de marzo de 2011

A pie

Hoy caminé. Y fue como si nunca nadie hubiera caminado. Caminaba muy concentrada en el caminar. Hacía mucho frío. Tenía las manos en los bolsillos. A veces las sacaba y me las miraba. Este mirarme insistentemente las manos, alarma.

Caminaba por unos caminitos de esos que la gente hace cuando se encuentran, de pronto, objetando el camino principal. La gente y sus dibujos. Tan humanos, ellos. Caminaba mirándome los pies. Y las manos. Cuando levanté la cabeza vi sus ojos, mirándome el caminar. Era linda, muy joven. Me quedé con sus ojos. O ellos se quedaron con lo mirado de los míos. Era una mirada triste, solidaria. O era yo, devolviéndome una mirada triste y solidaria, desde aquellos ojos. ¿Qué habrá en mi mirada que yo aún no he visto? Ayer Ana me dijo que yo siempre estaba alegre. Me lo dijo porque lloraba. Qué rara la Ana. Me dijo que cuando lloraba, todavía parecía que estaba alegre. ¿Seré rara yo?

Caminar hoy fue casi hermoso. ¿O fue totalmente hermoso? Tengo miedo de los absolutos. Estos días hace frío y hace miedo. Caminar ayuda.


Me vi de pronto frente a un arroyo. De esos que nacen debajo de las entrañas de una ciudad. Un arroyuelo bonito y sucio. Bucólico. Enamorado de unos escombros que no se ven, pero que se sienten, los sientes tú, como murmullos debajo de la piel del agua. Sobre el arroyo hay un puente lleno de coches. Pero todo eso parece tan lejos.

Caminar ha sido hoy como un descansar del tiempo. Y de la distancia. Ha sido como estrenarse algo. Y yo hace tiempo no estreno nada.

Nada nuevo, digo.

1 comentario:

Christian Ibarra dijo...

qué mucho hay aqui. estoy en el trabajo, a mi lado hay una ventana y me dieron ganas también de caminar, no puedo, pero casi. gracias