viernes, 4 de diciembre de 2009

escribir, escribir, escribir. la vida no. ya no. escritura, objetos de papel, el suave silencio de las letras cayendo en la página. el agua. el ojo. la historia del llanto pegado a un poema. escribir, escribir, escribir. ¿cómo es que cada vez es la primera vez? escribir sabiendo que no pasa nada. escribir esperando su llegada. escribir sabiendo que no llega. escribir y ver que la escritura no mueve las cosas, la vida, lo que respira allá. todo es una repetición, una nueva repetición. palabra para comer, palabra para beber, palabra para tocarle un dedo. acaso, un tímido dedo. llorar sobre su piel. inventar el origen de sus párpados. pensar en una poeta. escribir en su cuello con tu dolor, dolor empequeñecido ante el saber. ¿saber qué? ¿saber de qué? ¿saber para qué? no se sabe. algunas cosas no se saben nunca. y más nunca se sabrán. es así. la vida. la escritura no. la escritura es fácil. lo jodido es vivir. aprender a existir. aprender a pesar de. frío, heridas, sal, alcohol. la escritura es una enfermedad de superficies. escribir es encontrar un punto medio entre esculpir y escupir. un poco como un escupitajo: salivar, tajar. escribir sabiendo que escribes para él. decir que escribes para ti, por ti. escribir y saber que escribes por mi. y que yo. saber que a veces yo no sé. escribir, escribir, escribir. ¿para qué? ¿por qué? la escritura es una enfermedad de superficies. tú no. tú te multiplicas tranquilamente por debajo de mi piel. el amor es una enfermedad de las entrañas. escribir es fácil. escribir tu olor, dibujar con mi boca tu manera de sonreír, reproducirte hasta el cansancio, regresar a la enfermedad. regresar a ti que ya no estás. ¿llorar? escribir. escribir y saber que nada pasa, que son sólo letras muertas en una pantalla. palabras que tú no sabes, palabras que tú no lees, palabras que no existen. que nunca existieron. palabras que no son verdad. escribir para no tener que decir. escribir para guardar. escribir para botar. escribir para ver si se acaban las palabras. y el deseo. escribir amor y no sentirlo. escribir dolor y no sufrirlo. escribir para bloquear. escribir para entrar. escribir para salir. escribir y llorar. sólo un poco. siempre, al final de las palabras, habrá que cubrirse el rostro, y fingir llorar.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Río Piedras, a Juank





su voz estaba rota.

me llegaba
como un río de piedras
que lo moja todo
en medio de ese
silencio tumultuoso
que nos vence a veces,
si estamos solos
y es de noche.
y es la ciudad.

cuando el cuerpo
no es más que el
episodio crítico de una
mínima trama
que llega afiebrada
hasta el otro lado
del teléfono.
y yo no soy yo.
yo sólo soy
esa otra voz
pegada a la suya.
montada en esa otra
que es ya tan mía.
un blando susurro que
se agita en su cabeza
como una de esas palomas
que llegan solas
a recoger el pan.

si es de noche
y hace frío
y estás en una isla
y pareces ciudad.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Black Holes




Hoyos negros

o

estrellas colapsadas,
se preguntaba un tipo
en la televisión,
mientras agitaba
las manos, como
buscando mi aprobación.
“no se sabe, no se sabe
que es lo que hay más allá”
un imán atormentado
de ciudades y de hombres,
todos extraviados,
inmortalizados
por un error de cálculo.




hoyos negros

o

estrellas colapsadas
preñadas de esa luz
huída y arrancada.
fugada
como se me fuga
tu fantasma.

hoyos negros:
es que me acordaba
de tus ojos:
esqueletos
de una historia
mal contada.

abro la mirada
y me lleno de noche.
entre tú y yo se estira
el universo.
el tiempo se cae
como
mi
c
u
e
r
p
o.

bacanal de gravedades,
arcilla pesada
que se hunde
como un barco
ahogado en tempestades.

es que me acordaba
de tus ojos:
dos estrellas muertas
en medio de la noche.
un misterio como
una palabra helada
como una mirada
que se mira desahuciada.

mi voz llega agrietada,
lacerada de tiempos
y de muertes.
me recuesto
en el recuerdo
de tu pecho:
muro centrífugo
en caída libre
hasta mi almohada.

piel de luna mansillada.

la metáfora de Galileo
es la de la corruptibilidad.

hoyos negros

o

estrellas colapsadas.
agujeros de luz
moribundos de fulgor.
resplandor volcado.
portal de luz disfrazado
de esqueletos estrellados.

es que me acordaba
de tus ojos:
hoyos negros
mirados desde adentro,
brillo agudo
vestido de silencio.

sábado, 24 de octubre de 2009

Paracaídas

La otra noche de mis pies salían piedras. Y cada paso dolía. La ventana me buscaba, y yo pensé que las formas se me caían todas, mientras los ojos me miraban, espantados, desde arriba. La otra noche el cielo se apeó de su cresta, y bajaron dos, tres estrellas. Y soñaba con balcones delante de mi puerta, balcones que hacían fila. Balcones vacíos con ganas de visita. La otra noche lo veía perdido en una foto sin sonrisas, y sentía más la brisa.

La otra noche vi pasar tu rostro por delante de mi casa. No. La casa no está en donde nosotros la dejamos. Ahora la casa se me sale de las manos, se me pierde sin querer a cada rato. A veces sólo queda un puñado de cenizas, como dormido, pactando con mi ira.

La otra noche. Mis pies llenos de piedras. Cada paso me dolía como duelen, a veces, las ideas. La otra noche tuve una idea. O una visión. O una premonición de esas incumplidas. La otra noche. Yo creo que hace algún tiempo el cuerpo se me desvencija como una puerta vieja. Las cosas se me rompen. De las manos salen sólo ruinas. Platos hechos añicos, flores muertas, grietas. El alma anda decaída.

Anoche un pájaro me dijo que tú ya no venías. La lluvia se perdía entre sus plumas. Que tú no venías. Yo estaba. Yo existía, pero sólo en el reverso de los días. Como una sombra a punto de borrarse. Como una nube a punto de mojarse. Detrás de los balcones te veía pasar sin mirar hacia mi puerta. Como si pasaras en un universo paralelo en donde tú eras una muralla de hierro y yo era una niña tratando de escalarte. Entonces desperté, más hundida que de costumbre. Con más huecos, más insomnios, más chorreras en el cuerpo por donde ellos, todos, quieren deslizarse. Me supe mínima, y a la espera de un milagro. Cayendo. Conjugando los espacios, los años, los besos, las hojas que caían en mis manos, y temí de pronto que llegaras. Porque te espero. A pesar de la noche y de la ventana. A pesar de todos los balcones en donde no me asomo por temor a que me veas.

Porque anoche de mis pies salían piedras. Y cada pisada me dolía. No me muevo. He decidido prepararme para la caída.

domingo, 27 de septiembre de 2009

alegría




no es esto que se escribe tan mecánicamente.
tan lleno de palabras grandes,
y de palabras pequeñas.
no soy yo entroncada a una silla, con el sol
servido en esta mesa, que a veces, se convierte
en escritorio. o al revés. la vida es fácil estos días:
“a comer… margarita, ven a comer, tienes que comer”
“ a leer, margarita, es domingo,
se acaba septiembre, hay que leer"


Suspensión obligatoria del dolor. Y eso duele.

no es tampoco la rasgadura que parece, aparece, detrás
de los árboles. no. no es una rasgadura, aunque todas estas
cosas se confunden. se me confunden. a mí.
es más bien eso, lo más sencillo.
es un pajarito. una vocecita. una canción pequeña que
salta
salta, salta.
un pico, una boquita de pájaro se suelta y salen esos como
silbidos que a veces imitamos.
(yo sé que todos ustedes han querido ser pájaros)
y eso está bien. que los pájaros canten. está bien.
pero yo no lo entiendo. cómo se rompe el silencio de todas
mis palabras con ese canto, con esa como canción
de pájaros. no lo entiendo. pero está bien.

he decidido llamarlo alegría. alegría pequeña, alegría alegre,
pueril, breve, como toda alegría debería ser. aspiraría a ser.

leve, intacta como boca de pájaro es mi alegría.

llena de gusanitos, llenita de agua. pero agua chiquita.
agua que no es agua. montón de gotitas.
alegría. gotas. canción.
yo no entiendo por qué cantan. pero está bien.

y he decidido llamar a esto alegría.

sábado, 22 de agosto de 2009

cansancio

pasa que a veces uno se cansa. y es como si el cansancio lo cubriera todo, lo mordiera todo, no sé, se acostara sobre todas las cosas. eso es. hay como un derramamiento del cansancio. y afuera está el sol, mintiéndonos a todos, brillando como si nada pudiera agotarlo. pero yo sé que allá también habita el cansancio.

si no fuera por el peso de los hombros, por la pena, que confundo con cansancio. si no fuera por esta maniática disciplina del insomnio, de horas muertas acostadas a mi lado, saldrían otras cosas. pero por ahora, esto es lo que hay. y está bien. digo, está bien, aunque esté rejodidamente mal. porque estoy cansada, porque tengo los ojos hinchados, la cara marcada por un sueño que no llega, porque arrastro los pies... aunque a veces pienso que son los pobres pies los únicos que laburan acá y que el arrastrado es mi cuerpo que no quiere.

no quiere esto, no quiere eso, no quiere aquello, no quiere lo otro.

y es que desde hace algún tiempo, viene queriéndolo todo. todo lo que no es. todo lo que no está, todo lo que se fue. y entonces es cuando me canso. entonces es cuando siento la responsabilidad de cansarme de estos pájaros, de este cielo estúpido que vomita sol, de estos árboles ridículos que no saben ni ser sombra, ni asombrarse con el viento que no sopla.

Nada responde porque Nada pregunta. y eso cansa. eso mata.


viernes, 14 de agosto de 2009

un arco para iris




lo bonito sería verlo
como se solía ver.
asomadas sus greñas
todas
por cada uno de los pasillos.

lo ideal es que fuera simple,
otorgado, tú sabes, natural.
que se abriera la puerta
(cualquier puerta)
y apareciera él.
que se paseara por delante
de mi ventana. y sí, ya sé
que vivo en un tercer piso,
pero es que antes era así.
se le veía siempre,
aunque fuera a distancia,
aunque tuviera que sacar
la cabeza por entre tanta rama.

la bueno sería, digo yo,
que la hojas se aguantaran
un rato más a cada uno
de los árboles y que el frío
se demorara un chín. que no,
que no. que no llegara aún.
un poco más de calor.
breve recuerdo del verano
que pasó sin haber pasado nunca

porque él y porque yo
ya nunca nada.
aunque el cielo dijera que sí y él,
más o menos balbuceara un “casi,”
“puede ser.” cuando los minutos
pactaban en silencio recostados
de su puerta y todos ellos no eran
nadie, sólo sombras en el fondo
del paisaje. y nosotros,
tímidamente felices,
guardábamos un secreto:

tú comías soles y yo tragaba
tantas nubes,
y a veces, te juro que a veces,
veía colorearse un arco iris.

teclas

no es música de fondo. a menos que el fondo se haya confundido con la superficie, que no es superflua, digo, superficial. es lo que es. lo que pasa, lo que se ve, lo que ocupa este primer plano del que yo a veces quisiera irme. no, no es música de fondo porque yo estoy aquí, y sus manos recorren el piano y sale la música. triste, tristísima. música gris, música gris con acentos amarillos y azules. son sus manos, las teclas, mi cuerpo agotado en la cama. mis dedos recorriendo un teclado del que no sale música, pero sí algunas palabras. palabras que pueden ser grises, azules, amarillas. palabras tristes tristísimas. como nosotros estos días. ¿es esto el amor?

su espalda es una muralla, su espalda: camino lento, dureza sofocada, una nube anquilosada. su espalda blanca, sin ningún rasguño, sin ninguna marca: evidencia de todo lo que no pasa. evidencia de lo que pasa en otra espalda que se recuesta delicada y toda magullada en otro espacio que no es éste.

porque aquí solo habita el dolor de un piano, la idea remota de la suerte, el olor del sol cuando ha viajado mucho y llega, cansado de árboles y de cables, de espaldas y de besos, a meterse debajo de la almohada.

domingo, 9 de agosto de 2009

Cataratas

Es verano en Atlanta. Los días más calurosos, la semana cumbre. Es agosto y es Atlanta. Hace un mes era invierno. Lo pienso y parace material de otro verano. Invierno por fuera, verano por dentro. Lo pienso ahora, desde Atlanta y me invento un aburrimiento. No hay nada qué hacer. El calor es una piedra que aplasta los días.

sábado, 8 de agosto de 2009

Despertar

Hoy me desperté tarde, como casi siempre. A las 11:40, más o menos. Pero me siento madrugada. Finjo que es temprano, me invento algunas horas. Miento (si supieras cómo me miento) y asumo el día con la tranquilidad del que madruga. Qué me ayude Dios, al menos, en la empresa de la mentira. ¿Al que madruga Dios lo ayuda? Estoy bien. Me siento bien. Una taza de café, una torre de libros, una computadora, mi mano atrofiada. Todo bien. Hay que seguir. ¿Yo? Yo estoy bien, ya te dije. Haciendo cosas, ocupándome. Incapaz de alcanzar sus ojos.

No sé bien que es lo que ha pasado, pero me sobra la ausencia. La tengo aquí, pegadita de mi espalda. Estoy lejos, y las palabras me alcanzan sólo para lanzarme más allá. Más lejos. No estoy tan asustada, estoy exhausta de estos alrededores. Y de la niebla en mi cabeza, y de la debilidad de mis brazos, y de la lentitud de mis piernas. Pronto va a pasar algo. Yo lo sé. Yo lo espero. Pero, ¿se podrá escribir? Ese algo... ¿aguantará un relato? Hay que ver qué pasa con las cosas que pasan. Yo espero. Taza de café, torre de libros. Toda yo cercada por muros de mentira. No puedo esperar para que se acabe este puto día. Y acabo de recordar que me acabo de despetar.

Te extraño tanto.