martes, 2 de octubre de 2007

a pie

Este raro y antiguo ejercicio de andar. De llenarse los ojos de tierras extrañas y de gente que marcha tan igual.

Y de niños que juegan en otras lenguas y de hombres que son como niños, mirándote llenos de sonrisas porque saben que esa que pasea no eres tú, y que lo que te rodea no te pertenece. Eres desvalijada. Rediviva de insomnios y de trenes, como un espectro prematuro que anda sin haberse muerto.

Me duermo en camas prestadas, acostada sobre el rastro de todos esos otros que volcaron sus sueños en el mismo lugar que besa mi espalda. Busco un rostro familiar dentro de toda esta maraña universal y pregunto alguna pregunta llena de bondad. Entonces, te veo, y miro toda la tierra. Las formas de aquellos cuerpos que agrietaban mi cama pierden su anonimato al escuchar a ese chico tumbado a mi lado. Cómo descansan las legiones en tu pecho, mudas de tiempo.

Salto a tu cama. Inicio otro viaje dentro del viaje.



Margarita

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