domingo, 3 de agosto de 2008

VIII. Un país feliz

hoy lo vi. le apreté la barbilla,
le quité los lentes y le dije que
lo nuestro, lo de nosotros, lo de
aquellos días, cuando éramos
sólo dos, tomaba la forma de un
país feliz. y lo dije porque me
gustaba la frase, pero la palabra,
las palabras son caminos, son
puentes que se rompen y que se
vuelven a unir. puñados de saliba
convertidos en países, caras, veranos.

así fue que lo dije y mientras salían
las palabras, aquel país me invadía, y
me hacía feliz. y vi tu calle y era todo
como una película en tonos naranja,
porque allí siempre era por la tarde,
y el sol siempre se ponía detrás de tu
casa cuando tus roomates se hacían
los locos mientras nos espiaban.

mi memoria se merienda aquellos besos
que me daba cada tarde, después de
aquella clase. antes de que se fuera,
antes de que se nos acabara el mapa
y se nos perdieran los caminos de vuelta.

no olvidamos, no, pero se nos llenó la
cabeza de nubarrones, y de sueños
prestados, y de partidas tan frecuentes, y
cada vez más cojas. y así fue como llegaron
palabras nuevas, acentos nuevos, amores nuevos.

hoy lo vi. en otra calle. otro carro, otro trabajo,
otros amigos. otras ex novias. hoy lo vi y
mientras lo veía me vi un momento por dentro.

a la de antes. el pelo largo y despeinado, las
camisitas cortas, mis sandalias de cuero. la tarde
me mordía. sus ojos eran dos navajas azules y mi piel,

un papel rayado.

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