sábado, 7 de marzo de 2009

En blanco



La materia del relato. O la protomateria, mejor. Esa es la cosa. Lo de adentro, la felpa, lo que antecede a la forma. El advenimiento de la forma. Mis rodillas son materia de relato. Se podría armar una historia compleja, y hasta bonita, a partir de las rodillas. No sólo de las mías. Piénsalo. La mesa del comedor en donde el gato se acuesta. La mesa en la que comíamos los tres hace como mil años. El tiempo. Esa es la otra cosa. El tiempo del relato y el tiempo en el relato. Hay que agrandar la palabra. Hay que estirar el trazo. Marcar la ruta de tus pies cuando se van, fomentar la llegada de un abrazo. Vamos a ver qué se puede hacer. Siempre hay que ver lo que se puede hacer. Los materiales están por ahí. Van apareciendo de a poco, o de sopetón. Y a mí me gustan las costuras. Este es un relato de costuras. Ahí hay otra historia. Ahí están los reversos. No hay que buscar mucho, hay que empezar la obra, hay que meterle mano al andamiaje. Hay que andar sobre tu espalda. Hay que confiar en las canciones, y en las pinturas y en casi todos los paisajes que se enmarcan detrás de la ventana. Ya sabes que siempre he pensado que me persiguen las ventanas. Hay que ser bien arrogante coño, o quizá sólo baste con estar muy asustada. De lo que se queda adentro, o de lo que está afuera. Hay que bregar con estos putos relatos que no quieren ser. Y que por eso, son. De cierta manera, digo yo, son.

Es decir, no se trata de narrar lo que pasó aquel día de nieve. Un libro blanco. Hay que narrar la nieve. Cómo se formó, de dónde vino. La nieve en los zapatos, la nieve dentro de mis pies. Y, pues, con el tiempo se aprende que la nieve no es más que agua. Sí, ya sé que uno no debería tardarse tanto en dar con esa cruenta verdad, pero es que el mito de la nieve tarda en derretirse. Y mis pies están fríos y mojados, y eso me lleva a otra historia igual de fría y de mojada. Pero este no es el momento. Tratemos de poner orden, aunque sea sólo un aguaje. Me encanta esa palabra, sobretodo escribirla: aguaje.

La nieve pegada en mi frente. Un beso frío. Tu boca. Todo está en blanco. Y todo se pone como liviano y sus ojos se ven aún más negros rodeados de nieve. Y la huella de su peso, de esa isla en peso, descansando en la yerba que hoy no es yerba porque es nieve.

Habría que narrar más. Pero esto es todo lo que puedo hacer ahora. Y es tan insuficiente como cualquier otro relato. ¿O no? Esto me dan ganas de escribir un poema.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La nieve es agua cansada/de correr.../La nieve es el agua/detenida un instante - agua en un punto -/El agua ya sin tiempo y sin distancia.

Dulce María Loynaz

Yo no diría que es agua sin tiempo sin embargo. Tal vez tiempo detenido...

Sergio Gutiérrez Negrón dijo...

de casualidá subía una entrada en mi blog, de un tema parecido, cuando me tropecé con esto, (me gusta el "hay que narrar la niev... cómo se formó, de dónde vino") y te linquié en el texto. sólo para avisar.
saludos.

Desvalijadas dijo...

qué lindo eso, ingrid. la nieve es tiempo detenido? sí, tiempo detenido en vías de ser tiempo derretido. qué es la lluvia entonces?

cool sergio, acabo de leer lo tuyo. me gustó. sí, por ahí van los tiros. pero yo no sé linkear!!! otro fracaso chiquito. ya preguntaré, puñeta, odio preguntar. un besito,

margarita

ingrid dijo...

lo de la lluvia tendrá que esperar días más mojados. todo seco por acá. pero intuyo que si el agua es tiempo, la lluvia tiene que ser tiempo que escurre.

curiosa sin embargo la relación entre tu blancura y mi lluvia. porque la blancura por lo menos es promesa de un comienzo, vacío que se puede llenar/apalabrar. la lluvia, sin embargo, desbarata los colores/relatos.

Christian Ibarra dijo...

¨me persiguen las ventanas¨.

uff..

un saludo, o dos.