y después del silencio,
silencio.
un mar de flores blancas
como muertas en el suelo.
pero flores
al fin.
after all, flores blancas
muertas como se muere
la ventana cada vez
que tú no pasas.
antes también
era el silencio.
silencio
sobre
silencio.
un ramillete de muertes
convertidas en rosas.
están cayendo
hojas blancas
sobre tu cabeza.
y no es que te espere,
no es tanto eso
como que se pase el día
sin que yo lo note.
flores trenzando gargantas.
margaritas ahorcadas
debajo de mi cama.
por ahora sólo sé saber las cosas.
un ojo como de papel,
un niño subiendo escaleras
una mujer hecha de sol
quemándome las pestañas
y el alma toda magullada,
mi alma toda de rodillas.
puede que se joda la cosa.
en este punto...
puede que se joda esto
tan bonito
que apenas
des-pe-ga-ba.
after all, flores blancas.
de muerte mancilladas,
pero blancas.
después de todo.
viernes, 17 de abril de 2009
miércoles, 11 de marzo de 2009
Lejos
Ya no es tanto eso de estar fuera de lugar. Ahora es como un estar lejos. O como un sentirse lejos. Un borde agrio que se intuye debajo de los pies. A veces. Últimamente, casi siempre. Lejana, pero sabiendo lo que pasa allá. Al otra lado. Es decir, acá. ¿Me sigues? No todo lo puede explicar uno de forma adecuada. No siempre se adecúa uno al espacio, a las gravitaciones, a las mareas. No es que no se sepa estar. Se está, y se está bien. Pero lejos. Siempre lejos. Como detrás de una ventana cerrada.
Estos días me ha pasado. La lejanía. El querer hablar y sentirme tiesa en la palabra. ¿No te sentiste nunca como atrapado en un paréntesis? Pues así. Más o menos. A veces se lo achaco a él. (A veces, creo, te extraño) No sé. Como que necesito un poco el dolor ese que se cuajaba en cada palabra nueva que inventaba. Era el dolor. Pero era una casa. Ahora……………… todo lejos. Voces extrañas como atravesadas por una cortina de agua. Silencios plateados trepándose por mi garganta. Antes el silencio no era así. Ahora todo está en guerra. La casa, las voces, los silencios. Tú no. Tú no estás.
Quiero que se me entienda. Aire seco. Lluvia mojada. Todo bien. Todo normal. Pero lejos.
Todo (tus ojos, tu pelo, tus dedos) está como metido en un bolsillo que no es mío.
Lejos.
Estos días me ha pasado. La lejanía. El querer hablar y sentirme tiesa en la palabra. ¿No te sentiste nunca como atrapado en un paréntesis? Pues así. Más o menos. A veces se lo achaco a él. (A veces, creo, te extraño) No sé. Como que necesito un poco el dolor ese que se cuajaba en cada palabra nueva que inventaba. Era el dolor. Pero era una casa. Ahora……………… todo lejos. Voces extrañas como atravesadas por una cortina de agua. Silencios plateados trepándose por mi garganta. Antes el silencio no era así. Ahora todo está en guerra. La casa, las voces, los silencios. Tú no. Tú no estás.
Quiero que se me entienda. Aire seco. Lluvia mojada. Todo bien. Todo normal. Pero lejos.
Todo (tus ojos, tu pelo, tus dedos) está como metido en un bolsillo que no es mío.
Lejos.
domingo, 8 de marzo de 2009
otro jodío poema. a cuestas.
…y digo, no es que la cosa se simplifique
en la poesía.
ahí ocurre el tranque alegre de las voces,
de los gritos, de los graznidos. y del llanto.
un viento breve despeina la palabra
y un árbol quiere nacer. aquí y ahora.
yo le veo la semilla. eso es. que aquí,
y a esta hora, pasa algo, nace algo.
algo se quiere formar, como una
enredadera en busca de paredes.
y la pared, a veces, parece que soy yo.
y yo no quiero ser pared, no quiero ser
la columna de donde se recuestan ellas,
tan cansadas de noches y de lentejuelas.
(sí, estoy hablando de la palabra
y de los colores y de las plumas de los pájaros)
hace tiempo que no salgo. hace tiempo que
no uso un vestidito de esos que brillan.
hace tiempo que no enseño las piernas
pero ahí están, colgando de mi cintura,
en el mismo lugar. hay cosas que no cambian.
como la manía de nombrar. pero estoy
claudicando, desistiendo de la sintaxis.
buscando el negativo de una frase rota
que me soltaste un día. eso es lo que hago.
jugar a ser la premonición de una noticia vieja.
ser el recuerdo de eso que olvidaste, que todos
olvidaron. ser testigo de las sombras. ¿memoria?
no. yo tampoco la tengo. ese es otro juego.
ahora yo. sola y en cantos.
no esperes una alegre melodía. esto toma tiempo,
y quizá no pase nunca. primero lo primero.
hay que disparatar. hay que joderle los oídos,
hay que desangrar la garganta. salivar el esqueleto.
fluctuar.
ser la inflexión esa que se insinúa
en la curva de su cuello. habrá que hacer otras cosas,
pero por ahora, con eso cuadramos. ¿Estamos?
sábado, 7 de marzo de 2009
En blanco
La materia del relato. O la protomateria, mejor. Esa es la cosa. Lo de adentro, la felpa, lo que antecede a la forma. El advenimiento de la forma. Mis rodillas son materia de relato. Se podría armar una historia compleja, y hasta bonita, a partir de las rodillas. No sólo de las mías. Piénsalo. La mesa del comedor en donde el gato se acuesta. La mesa en la que comíamos los tres hace como mil años. El tiempo. Esa es la otra cosa. El tiempo del relato y el tiempo en el relato. Hay que agrandar la palabra. Hay que estirar el trazo. Marcar la ruta de tus pies cuando se van, fomentar la llegada de un abrazo. Vamos a ver qué se puede hacer. Siempre hay que ver lo que se puede hacer. Los materiales están por ahí. Van apareciendo de a poco, o de sopetón. Y a mí me gustan las costuras. Este es un relato de costuras. Ahí hay otra historia. Ahí están los reversos. No hay que buscar mucho, hay que empezar la obra, hay que meterle mano al andamiaje. Hay que andar sobre tu espalda. Hay que confiar en las canciones, y en las pinturas y en casi todos los paisajes que se enmarcan detrás de la ventana. Ya sabes que siempre he pensado que me persiguen las ventanas. Hay que ser bien arrogante coño, o quizá sólo baste con estar muy asustada. De lo que se queda adentro, o de lo que está afuera. Hay que bregar con estos putos relatos que no quieren ser. Y que por eso, son. De cierta manera, digo yo, son.
Es decir, no se trata de narrar lo que pasó aquel día de nieve. Un libro blanco. Hay que narrar la nieve. Cómo se formó, de dónde vino. La nieve en los zapatos, la nieve dentro de mis pies. Y, pues, con el tiempo se aprende que la nieve no es más que agua. Sí, ya sé que uno no debería tardarse tanto en dar con esa cruenta verdad, pero es que el mito de la nieve tarda en derretirse. Y mis pies están fríos y mojados, y eso me lleva a otra historia igual de fría y de mojada. Pero este no es el momento. Tratemos de poner orden, aunque sea sólo un aguaje. Me encanta esa palabra, sobretodo escribirla: aguaje.
La nieve pegada en mi frente. Un beso frío. Tu boca. Todo está en blanco. Y todo se pone como liviano y sus ojos se ven aún más negros rodeados de nieve. Y la huella de su peso, de esa isla en peso, descansando en la yerba que hoy no es yerba porque es nieve.
Habría que narrar más. Pero esto es todo lo que puedo hacer ahora. Y es tan insuficiente como cualquier otro relato. ¿O no? Esto me dan ganas de escribir un poema.
sábado, 14 de febrero de 2009
Categoría del "Coño, qué bien". Poesía de Octavio Armand. Muestrario de ciertas cosas que decimos todo el tiempo, sin decirlas tan bien.
Citar es como pedir prestado un cigarrillo. Quitárselo de la boca a alguien, colocarlo en la propia. Inhalar nubes, exhalar viento seco. Y devolverlo, depositarlo en la boca correspondiente. He aquí un par de cigarrillos prestados de la boca borrascosa de O. Armand, del libro Piel menos mía.
Cascada contra cáscara mueves la espuma como
mazo y borras con tu piel la piel del muro o
estas líneas que sólo el puño protege pero el
mundo es redondo otra vez y otra vez borras p
ara decir lo mismo borras porque gaviota borr
as porque espuma palimpsesto pleamar o destru
cción echando harina en las heridas y heridas
en el canto, pero las huellas regresan, una r
asgadura en la piedra y el caracol existe. ha
mbre de arena hembra de arena que inventa nom
bres y llama, como espejo abierto donde la vo
z se mira o muere y recojo labio a labio la s
aeta, palpitando
Porque la noche comienza en el mar.
Cascada contra cáscara mueves la espuma como
mazo y borras con tu piel la piel del muro o
estas líneas que sólo el puño protege pero el
mundo es redondo otra vez y otra vez borras p
ara decir lo mismo borras porque gaviota borr
as porque espuma palimpsesto pleamar o destru
cción echando harina en las heridas y heridas
en el canto, pero las huellas regresan, una r
asgadura en la piedra y el caracol existe. ha
mbre de arena hembra de arena que inventa nom
bres y llama, como espejo abierto donde la vo
z se mira o muere y recojo labio a labio la s
aeta, palpitando
Porque la noche comienza en el mar.
lunes, 9 de febrero de 2009
por las ramas
la escritura es como una enfermedad de superficies. como un borde herido, y mojado. orilla de playa.
todo está resbalando, todo rebotando. tu voz que se quedó atrás, yo la siento, como pegada en mi frente.
escritura como enfermedad de superficies. como una fiebre de lenguas aterciopeladas rodando por mi espalda.
yo, deshilada.
ya ves. no era tan dificil desarmarme.
viernes, 6 de febrero de 2009
La Forma
Nada que hacer. Es tiempo como de silencio. A veces, parece, se rompe.
A veces.
Hoy no. Hoy me rompo yo. Hoy soy yo toda una montaña de bocas cerradas. Ya pasará. No está mal sentarse en el reverso de las cosas. Verlo pasar. Sonreírle. Quererlo mucho. Y de lejos. A mi me gustan las tramas que despegan, y nada más. Una llamita trepándose por aquí. Un incendio en la copa de los árboles.
En estos días, repito, nada que hacer. He vuelto a las andadas, pero ya nadie sigue mis pasos. Voy medio sola, medio agarrada de su sombra.
Verlo pasar. Eso hago. Practicar la espera. Y ser muy puntual.
Es posible que no se me entienda lo que digo. Pero, ¿por qué habrían de tener sentido las palabras, si las cosas no van por ahí? Las cosas van por otro sitio. Y a mi todo se me rompe. Y a mi todo me llega en pedazos. Un ojo, una boca (qué boca, cojones) un dedo del pie. El recuerdo es metonímico. Y en cantos lo vomito. Ahora es así. Estoy entrando en la disciplina del Inmaduro. Finally!
Que se joda.
A veces.
Hoy no. Hoy me rompo yo. Hoy soy yo toda una montaña de bocas cerradas. Ya pasará. No está mal sentarse en el reverso de las cosas. Verlo pasar. Sonreírle. Quererlo mucho. Y de lejos. A mi me gustan las tramas que despegan, y nada más. Una llamita trepándose por aquí. Un incendio en la copa de los árboles.
En estos días, repito, nada que hacer. He vuelto a las andadas, pero ya nadie sigue mis pasos. Voy medio sola, medio agarrada de su sombra.
Verlo pasar. Eso hago. Practicar la espera. Y ser muy puntual.
Es posible que no se me entienda lo que digo. Pero, ¿por qué habrían de tener sentido las palabras, si las cosas no van por ahí? Las cosas van por otro sitio. Y a mi todo se me rompe. Y a mi todo me llega en pedazos. Un ojo, una boca (qué boca, cojones) un dedo del pie. El recuerdo es metonímico. Y en cantos lo vomito. Ahora es así. Estoy entrando en la disciplina del Inmaduro. Finally!
Que se joda.
sábado, 17 de enero de 2009
De vuelta
Hielo.
Pero ayer era el sol una mancha absurda en mi frente. Hoy es el hielo, esa fuente de agua como dormida en una urna de cristal. Un dedo cortado por otro cristal. ¿Diamantes?. Tengo frío en los dedos.
No como ayer.
Brisa tibia. Una playa por la noche. Qué lejos todo. Ahora es el frío. Mi cumpleaños número 28. Mis ojos señalados como por unas líneas. Mi piel toda tropezada.
Hoy es el frío una uña afilada rascándome las piernas. Todo seco, y esa piedra meciéndose en mi dedo. Tiene todo la extrañeza que tienen esas noches de verano en pleno invierno. Y sin embargo, estoy como habituada. O mejor, inyectada por una palabra que se escribe/que se dice cada día.
Ayer tanto sol. Tantas manos tibias, tantas frentes mojadas. Hoy todo tan seco y tan sediento. Viento granizado. Tanto llover un pobre hielo. Y una piedra naciendo de mi dedo.
Pero ayer era el sol una mancha absurda en mi frente. Hoy es el hielo, esa fuente de agua como dormida en una urna de cristal. Un dedo cortado por otro cristal. ¿Diamantes?. Tengo frío en los dedos.
No como ayer.
Brisa tibia. Una playa por la noche. Qué lejos todo. Ahora es el frío. Mi cumpleaños número 28. Mis ojos señalados como por unas líneas. Mi piel toda tropezada.
Hoy es el frío una uña afilada rascándome las piernas. Todo seco, y esa piedra meciéndose en mi dedo. Tiene todo la extrañeza que tienen esas noches de verano en pleno invierno. Y sin embargo, estoy como habituada. O mejor, inyectada por una palabra que se escribe/que se dice cada día.
Ayer tanto sol. Tantas manos tibias, tantas frentes mojadas. Hoy todo tan seco y tan sediento. Viento granizado. Tanto llover un pobre hielo. Y una piedra naciendo de mi dedo.
jueves, 11 de diciembre de 2008
de vacaciones
libros aquí y acullá, mis dedos tecleando en mi mac, una cabecita que no duerme como sabía hacerlo, papeles, notas, notitas. este semestre ha estado del carajo, de pinga!!! como diría Omar. luego de 5 meses de estudio, luego de haber escrito 86 páginas en 4 días para pasar mis exámenes escritos, y finalmente, hoy, luego de haber pasado mis exámenes orales, algo ha cambiado.no sólo en un papelito que dice que ahora ya no soy estudiante graduada, sino candidata a doctorado. hay algo más, pero eso no importa ahora. ahora lo que importa es que yo me voy pal carajo. lejos de todos estos libros que ahora son cadáveres. me voy y el blog se detiene un rato, por el tiempo en que estaré jugando con Mar (mi sobrina) en algún pisaje parecido a éste. la bloguería, y la continuación del A parecido reaparecerá a mediados de enero. eso. feliz navidad!!!
Margarita
domingo, 7 de diciembre de 2008
A parecido II
Así es como empieza esta historia. Llena de desvíos. Palabras a punto de abrirse, miradas al borde de mis ojos, un dedo imaginándose una caricia. La imaginación del dedo huérfano que no encuentra un pedazo de piel en donde arrodillarse. ¿Qué no? ¿Nunca has visto un dedo de rodillas? Pues te digo que así es como empieza esta historia. Como si no empezara nunca, porque estoy aquí delante de un hombre que, como ya dije, no es sombra, ni es esquina. Es un centro, de algún punto, de algún universo que no es el mío. Y me cuesta, desde todas las fisuras en las que me contengo cuando siempre me desbordo, asirlo. Porque yo estoy aquí, con un vestido de flores que me hace más joven, sentada en un sillón mirando al hombre que me mira, desde una butaca amplia en donde se estira su gran espalda. Y veo que mis pies son como dos niños escondidos debajo de mis muslos. Y sigo viendo la lluvia desde la ventana, y eso dificulta un tanto más mi narración. Porque lo vivo se me mezcla con lo muerto. Mis pies acurrucados debajo de mi falda guardan el calor de un cuerpo, pero las gotas que sigo viendo caer parecen heladas. Me guardo los pies de una lluvia que no me toca, pero que yo siento como una amenaza latente. Y mis pies desnudos contrastan con los zapatos mojados del hombre que está delante de mi. Zapatos mojados. Pies secos. Porque este hombre viene de la calle, viene de un afuera, del universo que cabe en una calle cuando se llena de cabezas morenas, y de cabezas amarillas, y de todos los colores. Y de faldas cortas, y de piernas largas en tacones, y de hombres que pasean como aquellos rufianes melancólicos que salen en las novelas de Arlt.
Me levanto de la silla y me recuesto en el borde de la ventana. El hombre me mira y yo puedo ver la tristeza que sale de sus ojos al verme así, pegadita de un cristal que devuelve mi imagen, llena de lágrimas que no son lágrimas porque es sólo la lluvia. Es que hace tiempo no me salen lágrimas. Cada vez que llueve me recuesto de una ventana y trato de que la lluvia se confunda con la ilusión de una lágrima. Él lo sabe, y sonríe como cuando se tienen ganas de llorar. Sabe que lloro por dentro. Sabe de mi pavor por las ventanas. Y sabe de este gran acto de valentía que me lleva hasta ellas, para llorar un poco. Esta escena es una escena muy bonita. Un montaje que ha nacido sólo para que se le pueda desmontar. Un hombre alto, flaco, con los ojos grandes y llenos de gris. Una mujer que soy yo, con un vestido de flores que la hace ver más joven, unos pies descalzos y tibios, unos ojos que no lloran. Y una ventana que es, como cada ventana, el principio del mundo. Un mundo que llora. Un llanto que anima un recuerdo seco. Él se acerca, y me rodea con sus brazos y sus hombros que son como dos murallas de hierro, hierro herido por los vientos y las lluvias. Y yo, perdida para siempre, como casi siempre que suelo perderme, me quedo muda, llena de palabras que son como el tejido más íntimo de la noche. Callada y a punto de explotar, siento un aluvión, una cascada tenaz atravesándome la espalda. No hay duda: es una escena bonita. Una escena como de una película que ya nadie podrá hacer. Una mujer sentada al borde de una ventana. Un hombre que abraza a la mujer que no llora, pero que recibe las gotas de una lluvia que estalla en el cristal. Aguas superpuestas. Un hombre que llora, y una espalda que recibe el llanto. Natural. A veces no sé, a veces te juro que no sé, si podría yo terminar este relato.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)