martes, 18 de diciembre de 2007

domingo, 16 de diciembre de 2007

coqueteo

I.
Bordeo, regodeo, delimito, traqueteo
un rato más la magulladura del espacio que fue tuyo.
Imagino,
y creo
adivino tu futuro más cercano.

Entonces,
te olvido.

II.
Anunciada ya tu lejanía
me vierto y cuento cada una de mis gotas,
dejándome espesar únicamente
por el roce de esa mano que se asoma,
nueva y trasnochada,
sumada a una extraña búsqueda
de sonidos baldíos
que se juntan para decir mi nombre:

“Margarita” ¿me llamas?

III.
Te devienes violento (pero mascando la risa)
y revuelves el tiempo sobre mi rodilla.
Me dejas, encajada
(sí, encajada)
en un nuevo augurio.

IV.
Vuelvo al tiempo.
Entonces, y sólo entonces,
hablo.

noche

A dónde yo,
multiplicada de niñas
camino,
deshojada de mañanas.

Esta ciudad me sabe a la penumbra lunar de la que se visten mis sueños.

(tantas noches ahorcadas en mis ojos)

Todos tus fantasmas se parececen a mí.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Ruinas

A veces me pasa que confundo los escombros con los cuerpos. El reflejo de las luces con los focos. Y a las sombras con los hombres. A veces me pasa que me invento casas en donde solo queda la arenilla. (otras veces parece que me quedo en el espejo)

A estas alturas las palabras se me rompen y los gestos trazan una ruta tan infame que no me atrevería a seguirla. Las hojas ya se cayeron. El viento ya las barrió. Y se me pierden los residuos de lo que fue. La ruina de las ruinas que solía proporcionarme el deleite urgente de lo inacabado ahora parece acabarse. La nieve no llega. El paisaje se estanca en este barranco de significados huecos, de vientos quietos y de lluvia seca. Nada desciende más del cielo. Sólo quedamos unos pocos, esperando con cierta inercia, el paso del tiempo que va arruinando caras, voces, cuerpos. Letras.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

A Lulú


In memoriam


Como aquellos sábados por la mañana que parecían veranos eternos, apostando más que a un talento musical, a la gracia de la vida. Como aquella ventana mágica por donde contábamos gallinas, (una de esas mordería el labio de mi hermana) o como el olor de la grama recién cortada. Así aparece el recuerdo de Lulú. Como una risa muda agarrada del viento, como aquel país feliz de la niñez. Ya sé que me la imaginé más, que me la inventé mucho más de lo que fuimos. Pero, así nos pasa con ciertas personas. La invención o el exceso no anulan la experiencia. Me acuerdo de su casa llena de luz, de sus manos largas, que ya anunciaban las primeras arrugas, sobre mis torpes y pequeños dedos tramando disparates sobre su piano. Y la recuerdo, más que nada, persistente en las historias de mi madre. La última vez que la vi no me hubiera reconocido sino fuera por la ayuda de mi amigo Luis. Había pasado tanto tiempo. Pero cuando me recordó, fue como si el tiempo le diera un coletazo que casi la sacó de su asiento. No se trataba de mí, claro, sino de un tiempo que ya había sido, de un mundo lejano. Y me sonrió con una sonrisa eterna. Porque Lulú era de esas personas que parecían mirarte desde todos los lugares, como bañada de historias, de muchos fuegos. Como si se hubiera robado algún secreto del que te hacía cómplice, aunque fuera por dos segundos. Lulú, Luz Elena ya no está, sin embargo sigue siendo. Porque hay quienes no tienen que estar para ser. Además, cómo deshacer la música, sobretodo cuando fueron tantas las voces mimadas por aquellas manos, tantos dedos adiestrados, amados, listos para el concierto de la vida.

No sé, pero creo que un piano ríe desde el cielo.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La otra luz



a Alejandra

Y qué pesar se puede articular en este cuerpo hecho de luz?
¿Cómo llenar la página de sombras si un animal dorado
se ha metido en mi cuerpo?
No sé escribir la gracia que me rodea.

Los fantasmas salen asustados de mi piel.
Aquellos bordados hechos de lluvia, de insectos
y de manchas se me caen dejándome desnuda,
en tonos naranjas y lilas.

¿Quién abrió la puerta de aquella celda de muerte?
Camino como caminan los vivos,
me renuevo de memorias inventadas,
y me veo trepada en el tope de un árbol vuelta pájaro.

Abro mis alas y dejo caer todos mis muertos.
Un ejército de niñas me toma como rehén.
Río.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Otoño caído


Cuando el frío se viste de fuego y las hojas, todas, recorren la ciudad. El día se vuelve austero estrenando colores que le recuerdan el principio de los tiempos. Hay una hoguera encendida y parecería que fuéramos nosotros sus leños. Son días de una alegría tan solemne que se enciende la melancolía, de un sólo toque.

Todo va cayendo, desordenadamente, en su sitio: los árboles alargan sus caras, los hombros se aflojan, cada pisada cruje. Se va desbarrancando el otoño.

lunes, 22 de octubre de 2007

desmemorias

Yo no sé de la magia del tiempo
ni de esos días que me salpican horas muertas
llevándose mínimos pedazos de mi cuerpo.

No recuerdo el orden de la lluvia,
su conjugación pasada en mi cabello.
Veo que he perdido la gracia en el ejercicio de la vida,
en el intercambio de miradas.

No sé cómo hablarle a mi padre,
o cómo escribir mi historia.
Olvidé todos los cuentos de hadas,
y las canciones que dormían a mi niño.

domingo, 21 de octubre de 2007

pequeño eterno retorno

Habrá sido por los colores pastosos que rebotaban en la calle, todavía húmeda. O porque algún árbol sacudió todas sus hojas y llenó la terraza de un olor que no pude atribuirle a ningún ser, más bien a un momento. Otro lugar.

Ahora que estoy lejos de todos los momentos, me veo ponderando la posibilidad de recordar un recuerdo extraviado que de pronto, renace desde su propio universo para meterse en la precariedad de mi instante. Tan ordinario, sí, pero tan mío.

Habrá sido pura arbitrariedad, un impulso involuntario de esta memoria coja, pero desde hace algún tiempo me vengo acordando de él. De sus manos suaves y de sus besos largos. Del olor que despedían sus hombros.

Me sorprende la efectividad de su foto en mi cabeza, los movimientos certeros, las reacciones esperadas. Me vuelvo almanaque manipulado por un esmero que me trasciende, pero que depende de mí. Hay una tímida revolución aquí que me hace pasearlo por dentro de mis muslos, desmintiéndome, y un poco, condenándome.

Y tú, alegre desmemoriado, ¿habrás reparado en mi fantasma? ¿Te preguntarás –con cierto escándalo por lo inapropiado del recuerdo– que será de mí?

By
Margarita

sábado, 20 de octubre de 2007

kadichon

Su centro de dolor se debatía inútilmente. No encontraba en su alma una sola hendidura por donde escapar… ¿en qué parte de la tierra podía encontrarse un hombre que tuviera la piel rizada de más pliegues de amargura? Sentía que no era ya un hombre, sino una maya abierta de piel, que se plasmaba y gritaba a cada latido en sus venas.

By
Ana